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Controlan las bacterias nuestro comportamiento

Un grupo de científicos estadounidenses publica un importante estudio donde se demuestra que los microorganismos que habitan en nuestro cuerpo podrían

Escrito en Celaya el

Su cuerpo alberga cerca de 100 quintillones de bacterias y otros microbios, conocidos colectivamente como su microbioma.
Los naturalistas se dieron cuenta de nuestros inquilinos invisibles por primera vez en los 1600, pero no fue sino hasta años recientes que nos hemos familiarizado bastante con ellas.
Esta investigación reciente le ha dado al microbioma una especie de fama seductora. Hemos llegado a apreciar lo beneficiosos que son nuestros microbios, al descomponer nuestros alimentos, combatir infecciones y nutrir nuestro sistema inmunológico. Es un hermoso jardín invisible que deberíamos cuidar para nuestro propio bienestar.
Pero en la publicación BioEssays, un equipo de científicos ha planteado una posibilidad más espeluznante. Tal vez nuestra colección de gérmenes también está influyendo en nuestro comportamiento, a fin de avanzar en su propio éxito evolutivo, dándonos antojos por ciertos alimentos, por ejemplo. Esta teoría alimenta la tesis de que el microbioma es nuestro titiritero.
“Una de las formas en que empezamos a pensar en esto fue en una perspectiva de novela del crimen”, afirmó Carlo C. Maley, biólogo evolucionario en la Universidad de California, San Francisco, y co-autor del nuevo documento. “¿Cuáles son los medios, los motivos y la oportunidad para que los microbios nos manipulen? Tienen los tres”.
La idea de que un organismo simple pudiera controlar a un animal complejo puede sonar a ciencia ficción. De hecho, hay muchos ejemplos bien documentados de parásitos que controlan a sus anfitriones.
Algunas especies de hongos, por ejemplo, se infiltran en los cerebros de las hormigas y las persuaden a trepar plantas y sujetarse al interior de las hojas. Entonces los hongos brotan de las hormigas y envían esporas que bañan a las hormigas no infectadas que están abajo.

El  dominio  es  posible

Cómo controlan los parásitos a sus anfitriones sigue siendo un misterio. Pero parece como si liberaran moléculas que pueden influir directa o indirectamente en el cerebro de su anfitrión.
Nuestro microbioma tiene el potencial bioquímico para hacer lo mismo. En nuestros intestinos, las bacterias producen algunas de las mismas sustancias químicas que nuestras neuronas utilizan para comunicarse unas con otras, como la dopamina y la serotonina. Y los microbios pueden llevar estas moléculas neurológicas a la densa red de terminaciones nerviosas que revisten el tracto gastrointestinal.
Un número de estudios recientes han demostrado que las bacterias intestinales pueden usar estas señales para alterar la bioquímica del cerebro. En comparación con ratones normales, aquellos criados libres de gérmenes se comportan de manera diferente en varias maneras. Son más ansiosos, por ejemplo, y tienen una memoria afectada.
Agregar ciertas especies de bacterias a la microbioma de un ratón normal revela otras maneras en las que pueden influir en el comportamiento. Algunas bacterias reducen los niveles de estrés en el ratón. Cuando los científicos cortan el nervio enviando señales del intestino al cerebro, este efecto reductor de estrés desaparece.
Algunos experimentos sugieren que las bacterias también pueden influir en la forma en que sus anfitriones comen. Los ratones libres de gérmenes desarrollan más receptores de sabores dulces en sus intestinos, por ejemplo. También prefieren beber líquidos más dulces que los ratones normales.

Control  sobre lo  que  comemos

Los científicos también han encontrado que las bacterias pueden alterar los niveles de las hormonas que regulan el apetito en ratones.
Maley y sus colegas argumentan que nuestros hábitos alimenticios crean un fuerte motivo para que los microbios nos manipulen.
“Desde la perspectiva de los microbios, lo que comemos es una cuestión de vida o muerte”, apuntó.
Diferentes especies de microbios prosperan en diversos tipos de alimentos. Si nos pueden motivar a comer más alimentos de los que ellos dependen, pueden multiplicarse.
Las manipulaciones microbianas podrían llenar algunos de los agujeros desconcertantes en nuestra comprensión de los antojos por alimentos, sostuvo Maley. Los científicos han tratado de explicar los antojos como la manera en que el cuerpo construye una reserva de nutrientes después de la privación, o como adicciones, muy similares a las de las drogas como el tabaco y la cocaína.
Pero ambas explicaciones se quedan cortas. Piense en el chocolate: Muchas personas lo ansían intensamente, pero no es un nutriente esencial. Y el chocolate no impulsa a la gente a aumentar la dosis para obtener el mismo nivel.
“Usted no necesita más chocolate cada sesión para disfrutarla”, dijo Maley. Quizás, sugiere, los tipos de bacterias que prosperan en el chocolate nos están engatusando para alimentarlos.
John F. Cryan, un neurocientífico en la University College Cork en Irlanda, que no participó en el nuevo estudio, sugirió que los microbios también nos pueden manipular de forma que los beneficie a ellos y a nosotros. “Probablemente no sea un escenario parasitario simple”, dijo.
La investigación de Cryan y otros sugiere que un microbioma saludable ayuda a los mamíferos a desarrollarse socialmente. Ratones libres de gérmenes, por ejemplo, tienden a evitar el contacto con otros ratones.
Ese vínculo social, bueno para los mamíferos, también puede ser bueno para las bacterias. “Cuando los mamíferos se encuentran en grupos sociales, son más propensos a transmitir microbios de uno a otro”, señaló Cryan.
“Creo que es una idea muy interesante y convincente”, afirmó Rob Knight, un microbiólogo de la Universidad de Colorado.
Si los microbios, de hecho nos manipulan, Knight aseguró que podríamos manipularlos para nuestro propio beneficio, por ejemplo, comer yogur mezclado con bacterias que nos hicieran desear alimentos saludables. “Obviamente, sería de enorme importancia práctica”. Sin embargo, advirtió que la investigación sobre los efectos del microbioma en el comportamiento estaba “todavía en sus primeras etapas”.
Lo más importante por hacer ahora es realizar experimentos para ver si los microbios realmente nos están manipulando.

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