El asesinato a sangre fría de nueve personas negras en una iglesia de Charleston a manos de un extremista blanco de 21 años volvió a poner el foco en el peligro real que suponen los extremistas de la derecha norteamericana en un momento en el que la seguridad de EU se concentra en contener la amenaza yihadista.
Dylann Roof no había ocultado nunca su afición por las armas y los símbolos racistas. Con sus nueve víctimas, son ya 48 los muertos a manos de derechistas radicales en EU desde el 11-S, según un recuento hecho por el centro de estudios sobre seguridad internacional New America. Los muertos por terrorismo de inspiración islamista en EU en ese mismo periodo son 26.
El estudio se centra en aquellos atentados cometidos por ciudadanos norteamericanos o asimilados a EU, que agrupa bajo el título de terrorismo doméstico y cita un total de 460 individuos acusados de terrorismo en estos años, o con motivaciones terroristas creíbles.
De ellos 277 son yihadistas y 183 de otras ideologías. De los 19 casos analizados, la matanza de Charleston es la que ha provocado más víctimas mortales, seguida por la que un neonazi cometió en un templo sij en Wisconsin en 2012 (con seis muertos).
El mayor atentado en suelo norteamericano entre Pearl Harbor (1941) y el 11 de septiembre de 2001 fue realizado por otro extremista, Timothy McVeigh, cuyo motivo era el odio hacia las instituciones federales. Las bombas que colocó en el edificio federal de Oklahoma mataron a casi 170 personas en abril de 1995.
Entre los atentados de inspiración islamista, los más graves recopilados por New America son los asesinatos de Ali Muhammad Brown en Washington y Nueva Jersey en 2014 y la matanza de la base militar de Fort Hood en 2009, cuando un siquiatra militar abrió fuego en la base al grito de “Alá es grande” y mató a 13 personas.
El estudio coloca en el lado de los ataques yihadistas en suelo norteamericano aquellos en los que hay indicios de influencia del extremismo islámico para cometerlos. Por ejemplo, el atentado del Maratón de Boston en 2013, cometido por dos hermanos de una familia de origen checheno que vivían en EU desde niños. No tenían relación formal con ningún grupo terrorista.