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Recuerdan explosión del tren

Lupita, sufrió la pérdida de 10 familiares y a 67 años, lo recuerda como si hubiera sido ayer.

Escrito en Guanajuato el

Ayer se cumplieron 67 años de la explosión en la estación del tren, la mayor tragedia en la historia de Santa Ana Pacueco y de la Piedad.
Ricardo Rodríguez Bravo, es uno de los sobrevivientes de aquella noche triste de 1948.
“Se escuchó un gran estruendo y el cielo se iluminó de rojo. La mayoría estábamos concentrados en el templo esperando la bajada de la imagen del Señor de La Piedad, todos se preguntaban ¿qué había pasado?, ¿de dónde venía el ruido de esa explosión?.
En ese tiempo no había medios de comunicación y menos trasporte público, así que una persona llegó a decirle al entonces padre Heriberto Ortega, que había estallado un tren; había muertos y heridos”, narró don Ricardo.

Nadie se dio cuenta
El tren que explotó salió de Guadalajara con destino a México, pero al querer hacer una parada para bajar a una parte de los pasajeros, nadie se percató que había una fuga de gas en el ferrocarril.
Según testigos, el garrotero del tren portaba una lámara de petróleo con la mecha encendida, como herramienta de trabajo, la cual usaba para darle la señal al maquinista de que podía seguir su trayecto.
Sin embargo, en uno de los vagones se encontraba la fuga y al expulsar una llamarada hizo contacto con la linterna y causó el estallido.
María Guadalpe García Ayala, conocida como Lupita, tiene 78 años y a ella se le murieron 10 familiares; entre ellos su mamá y dos hermanos, la más pequeña tenía 40 días de nacida.
Ella estaba jugando mientras esperaba, junto con su familia, a una tía.
“En un furgón iba un hombre queriendo abrir la puerta con una barra para salir, ya había fuego, de pronto se escuchó el estruendo y las llamaradas nos alcanzaron, yo sufrí quemaduras en el rostro, pies y manos, mi recuperación tardó tres meses. Con los años se me fueron borrando las heridas del cuerpo, pero no las del alma”, pronunció.

Ni hospital, ni transporte

Lupita recuerda que los heridos fueron trasladados en el único medio de transporte que había, conocido como ‘la vitrina’.
La Casa de Ejercicios Espirituales, anteriormente Hospital Benito Juárez y ahora Escuela de Artes, era atendida por monjas en esa época, las religiosas tenían conocimientos sobre curación, por lo que ahí fueron atendidos los heridos.
Siendo apenas un niño y vecino de la colonia La Purísima uno de los viejos barrios de esta ciudad, don Ricardo recuerda que los portales de la Casa de Ejercicios Espirituales y parte del jardín, se encontraba saturado de heridos.
J. Reyes Rojas, padre de Juan, era el alcalde de La Piedad, por lo que pidió apoyo al entonces gobernador del Estado, Arnulfo Ávila, quien era piedadense.

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