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Crece población de los abuelitos

La población de la tercera edad va en aumento en la entidad.

Escrito en León el

Según el Consejo Nacional de Población (Conapo) la proyección es que los adultos mayores rebasen al resto de la sociedad en pocos años, lo cual representa un reto para brindar protección adecuada, atención médica y un sistema eficaz de pensiones.
El pronóstico es que este grupo represente el 39% de la población guanajuatense en 2020 y el 41.9% en 2030; sin embargo León es uno de los municipios más poblados por lo que el impacto será mayor.
Actualmente en éste habitan 94 mil 804 adultos mayores, de los cuales 45 mil 987 son hombres y 48 mil 817 son mujeres.
En cinco años el sector de 65 años y más llegará, según la Conapo, a 440 mil 380 abuelitos en todo el estado; para 2030 alcanzará los 615 mil 306.
Lo anterior prevé que en 15 años este grupo duplicará su volumen, lo que implica crear más instituciones para atención, incrementar el sistema de pensiones e incluso prever la continuación del mercado laboral para quienes puedan seguir activos.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) un adulto mayor es aquel que tiene más de 60 años de edad, pero hay asilos como “Ángel Guardián” de esta ciudad que albergan a “ancianitos más jóvenes”, pues sus familiares los abandonan y dejan a su suerte desde temprana edad.
No existe una estadística de los asilos o dependencias que hay actualmente para el cuidado de los ancianos, además de las casas hogar particulares.
Aunque el crecimiento de adultos mayores muchas veces puede ser atendido en cada uno de los hogares y por su propia familia.

Padecen abandono

Atender a adultos mayores en un asilo (desde darles de comer y bañarlos hasta cambiarles de pañal) es el trabajo de Roy, administrador de la casa hogar Ángel Guardián. Pero no es un empleado normal, pues él vive, come y duerme allí. Está enfermo.
Roy, como le gusta que le digan, llegó como muchos de los ancianos: sin que nadie le avisara pero con una gran diferencia, aún dista de llegar a la tercera edad.
“Yo venía por tres meses desde Guadalajara, me trajeron mis hijos y cuando llegué me dijeron que estaría en un albergue mientras me iba con ellos; cómo es posible que me hayan traído a un asilo. Me enojé porque no soy un viejo, estoy enfermo, no viejo”, comentó.
Según su experiencia en ese lugar, cada fin de año es cuando la soledad pesa más a los que allí viven, porque están abandonados o sus familiares dejan pasar mucho tiempo para volver a verlos y comienzan a quedar solos.
Roy es uno de ellos, sin ser anciano y por estar enfermo fue llevado por sus propios hijos. Después se quedó por decisión propia en el lugar... ahora como encargado.
“Yo fui comandante policial y anduve por aquí y por allá, rodeado de alcaldes, diputados, gente importante, siempre lleno de poder”, recordó.
Ahora desde su silla de ruedas, con la cadera fracturada, sus rodillas rotas y rodeado de papel higiénico, pañales, medicinas y una libreta a manera de bitácora, formó una nueva familia.
“Creo que es algo hermoso, ellos merecen un respeto por su edad; carecen de conocimiento, pues la mayoría tiene Alzheimer. Me ha tocado ver cómo han llegado y que las familias vienen hasta llorando y de repente aquí los abandonan”, finalizó.

Atienden a ‘cabecitas blancas’

Más de 30 personas hicieron de una semana normal en el asilo una “Operación con las cabecitas blancas”. Mediante una posada, obras y charlas hicieron de nietos “postizos”.
Durante siete días el movimiento dirigido por Eduardo Hernández convocó a artistas, familiares y amigos a recordarles a los adultos mayores que no están solos y que hay gente que puede quererlos y cuidarlos.
Este grupo planificó diversas actividades, desde charlas especializadas hasta cuentacuentos y una proyección de cortometrajes.
Toñito y Socorro, de 96 años; y Rosita, de 94, estuvieron pendientes de cada una de las actividades que cerraron con la tradicional posada.
“Son pocos los movimiento sociales, tenemos jóvenes de servicio social que se conjuntan con los trabajadores que son pocos, pero más que las actividades a ellos les gusta que los escuchen, que platiquen”, comentó Roy, encargado del asilo Ángel Guardián.
“Ves ese tipo de sentimientos muy diferente, lo que pude haber sentido en la calle aquí lo siento, no es lo mismo ver un acuchillado o un degollado, a una persona que naturalmente le llega su momento de morir”, agregó.
“En un orfanato ves el principio de la vida y en el asilo es el término; lo que no nos damos cuenta que nadie nos preparamos para morirnos, ni para una enfermedad; estamos dentro de nuestro mundo, vemos la vida que gira y nuestra situación moral y social; no nos preocupamos si nos vamos a morir y cómo”, finalizó.

Escrito en León el

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