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Tradiciones a flote en Tai O

Los pueblitos detenidos por el tiempo son para los turistas una parte importante de sus trayectos por Hong Kong

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Al cruzar el breve puente de madera a la entrada de Tai O, se tiene una sutil pero inconfundible necesidad de volver la vista atrás, como si se estuviera a punto de ser absorbido por un agujerito en el tiempo.
El efecto es causado quizás por la suma entre la visión de esa mujer en bicicleta con sombrero tradicional, los botes de colores que flotan solitarios sobre el río frente a las casas de madera sostenidas sobre palafitos, y el fuerte olor a pescado seco que ya arruga narices y produce estornudos a los recién llegados.
Antaño, cuando la China comunista no se las arreglaba para ser tan capitalista, Tai O, además de ser un auténtico y tranquilo pueblito pesquero, sostenía su economía en parte proveyendo de productos “difíciles de conseguir” a algunas comunidades (armas, tabaco, drogas).
Hoy, ni la pesca ni los chinos prometen tanta prosperidad como el turismo, que aparentemente ha hallado en esta localidad el encanto preciso que les regala el contraste dramático con el Hong Kong ultramoderno.
Es el complemento perfecto para la visita al Gran Buda y el monasterio Po Lin, a unos minutos de ahí.
Un rápido paseo por las estrechas calles de Tai O permite asomarse a lo que queda de aquella auténtica aldea de pescadores, la más antigua de Hong Kong.
Antes de sentarse a la mesa de alguno de los muchísimos restaurantillos modestos que mantiene la esperanza de ser la elección de los turistas en turno, hay que dar una vuelta por la calle Wing on y el mercadillo.
La experiencia pone en alerta todos los sentidos, desde las texturas de las frutas y los productos secos que cuelgan irreconocibles para el ojo no experto, el ruido que genera el ritual social entre los lugareños que hacen la compra del día, hasta ese olor a pescado y especias, o la impactante piel entera que ha sido sacada a un tiburón -seguramente el producto más fotografiado a la manera “¡rápido, ponte, ponte rápido!-”, aunque luce un letrero que pide que no se tomen fotos.
Esta calle guarda esa tradición de los grupos “tanka”, como se llamaba a los pescadores nativos. Y aquí nació y se cultivó la reputada calidad de la pasta de camarón y un montón de productos del mar que atraían compradores de la región entera de Hong Kong desde la dinastía Qing.
Transforman su vocación
Los locales de comida casi todos son modestos, con mesas y sillas de plástico o latón, pero que ofrecen platillos más tradicionales y auténticos que muchos restaurantes que se precian de ello en mitad de la ciudad (y así los cobran).
Llama la atención que parecen ser regentados en gran parte por gente mayor de la comunidad, y es que, ciertamente, los jóvenes se han ido, dicen, tras la fortuna y modernidad que promete el neón en la península, evitando en lo posible la carga de preservar lo “pintoresco” de esta aldea.
Pero algunos jóvenes sí que se han quedado a apostar por crear lugares atractivos para el creciente turismo, como los que atienden en Solo Tai O, un cafecillo con onda y ya famoso que llama la atención de los paseantes sobre la calle Kat Hing Front Street.
Aunque sirve también platos hongkoneses, en realidad se le conoce por su oferta de tentaciones occidentales irresistibles, como el aromático café, pastel de queso y tiramisú, que se degustan en una salita original que se deja rodear de objetos antiguos, o mejor, claro, en la terraza que ofrece una vista tranquila hacia el ir y venir de los botes sobre el río y las llamadas Pangwu, como se le conoce a las casitas tradicionales.
De hecho varios restaurantes y tiendas se unen a esta tendencia de resaltar los detalles arquitectónicos o de decoración más atractivos y originales a sus locales, ya sea en forma de esos detalles vintage comprados en algún mercado y dispuestos en forma inusual, o de una puerta de 300 años de antigüedad sin más.
Es la misma calle donde se puede ver el famoso local de abarrotes Tokyo Store, atendido por el octogenario señor Lu, uno de los personajes más relevantes de la pequeña comunidad.
En su jardín, Blanca Nieves y los siete enanos se convierten en una de las postales obligadas más extrañas de Hong Kong. No hay que dejar fuera de ella el letrero donde se aclara que se está buscando marido para la famosa dama.
Con tanto estímulo visual, es fácil pasar de largo el templo Kwan Tai, en la calle Market, el más antiguo del Tai O, y data de la época de la dinastía Ming (Siglo XV).
Dentro del templo, también conocido como el de “El señor de la guerra” se resguardan aún en buen estado tallados, una campana histórica del Siglo XIX, vasijas rituales, así como la espada del propio general Kwan Tai, el personaje al que fue dedicado el recinto y ante quien hasta los malos espíritus se cuadraban, según cuenta la tradición.
Alrededor de una mesa cualquiera, Tai O se antoja para ver caer la tarde y cerrar la visita a la isla de Lantau. Además de servir de merecido descanso, se hallará casi todo viajero con que la inesperada jornada le ha llevado sin proponérselo, por aire, tierra y agua. Listo para sumergirse de nuevo en el misterio de aquel caos citadino.

Puntos importantes

Recorridos ecoturísticos
Por supuesto, como toda población con embarcaciones, canales y cierto encanto, Tai O se ha convertido en una más de las miles con el mote de “Venecia de Asia”.

Lo cierto es que la experiencia sobre el agua no debiera obviarse aquí, particularmente porque la localidad, que apenas va explorando la oferta ecoturística, tiene originales experiencias qué ofrecer.

Ahí están, por ejemplo, la visita a la pequeña área de manglares de la zona, que pasa por una serie de acantilados fotogénicos, el avistamiento de delfines rosas, difíciles de ver ya que son una especie en peligro de extinción. Pronto entrarán en funcionamiento.

Dónde comer
El restaurante Tai O Crossing Boat es muy modesto, pero famoso entre la gente local por su selección de mariscos, pero particularmente por el pato rostizado y el arroz al vapor cocido con hojas de loto.

Sólo Tai O es un café de esos famoso más bien entre los turistas. Café, postres y música son muy occidentales, pero resulta un pecadillo viajero irresistible y que se perdona fácil si se cumple con el ritual de sentarse mirando hacia las tan tradicionales casas montadas sobre pilotes mirando el ir y venir de las embarcaciones.

Paseos
El Tai O Cultural and Ecological Integrated Resources Center presenta exhibiciones de cómo solía ser la vida en la aldea, así como información sobre actividades ecológicamente responsables que se pueden realizar.

Tip
Vale la pena comprar un pase por el día entero de NP 360. Desde 200 hkd incluye las principales atracciones de Lantau.

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